Salí de mi lugar natal para
llegar a una farmacia del barrio norte y he sido creado con el don de la
paciencia y la espera. Esta es mi historia.
Adela
nos compró, a mí y a mis dos hermanos hace unos meses. Nos separó apenas
llegamos a su casa, llevándose con ella, al mayor; Tito. Partió sin muchos
preámbulos, decidido a cumplir con su deber. Nunca fue de muchas palabras así
que la despedida fue corta y concisa. Al cabo de unos días de su partida,
regresó a la mesa de luz donde nos puso —justo detrás de unos papeles y bien en
el fondo para que sus padres no nos vean— y vino por Claudio. De eso ya hace…
déjenme pensar. Cuatro días.
Parece
que Adela tiene novio. O al menos, sé que tiene una vida sexual muy activa
porque acaba de comprar otra caja. Se ve que quedé tan al fondo del cajón que
no me vio y ha ido por más. Me he reencontrado con mis primos lejanos:
Sebastián, Fernando y Camilo. A la semana, se habían ido los tres. ¡Muy bien
por Adela y por su novio! Y yo… bueno… Yo sigo acá, esperando mi turno. Del
aburrimiento, he realizado un inventario de las cosas que me rodean. Tres
fotos, diez estampitas, dos llaves de diario íntimo. Un sobre de papel marrón
que debe contener más papeles por el grosor que tiene. Cinco monedas de un
peso, tres de cincuenta centavos y dos monedas extranjeras. Una cadenita con la
mitad de un corazón y tres pececitos de plástico. Y yo, obviamente, en mi
envoltorio plateado, justo en la esquina del fondo.
Adela
no ha vuelto a comprar. Hace unos cuantos meses que no ha abierto el cajón para
buscar algo. Sé que sigue ahí, porque la escucho rondar y hablar. He notado que
las cosas que guarda en este cajón tampoco le son de mucho interés porque no
utiliza nada de lo que me rodea. No hay nada acá que le llame la atención lo
suficiente como para abrirlo y notar mi presencia. Quizás deba aguardar hasta
el día de la limpieza general.
¡Gracias,
Dios! Después de meses de haber salido de la farmacia, ha llegado por fin mi
turno. Antes que nada, Adela, muy provisoria se fijó en mi fecha de
vencimiento. ¡Tranquila, aun me quedan unos cuantos meses!
No sé
si el hombre que está hablándole a Adela acerca de su último viaje a la India,
sea su novio, pero la verdad no me importa. No me importa que suene mucho mayor
que ella o que su conversación sea un monólogo, donde el único que habla es él.
No, no. No me importa. He venido a este mundo a cumplir con mi deber y eso es
lo que voy a hacer, si estos dos se deciden a pasar a la siguiente etapa.
Adela
me ha colocado en el bolsillo de su cartera favorita y aquí estoy, oyendo un
aburrido discurso acerca de lujosos hoteles en el mundo. ¿a quién le interesa?
¿Acaso este tipo no se da cuenta que la dama esta aburrida? ¿Cuándo es que
pasan a un lugar más tranquilo? El tipo parece que no se ha percatado que esta
noche Adela volverá temprano a casa. ¿Cómo lo sé? Bueno… ha dejado de reír. No
escucho su copa tintinar y ha sacado y guardado el celular más de quince veces
durante la cena.
Tal y
como sabía que pasaría, Adela regresó a su casa sin haberme siquiera sacado de
la cartera. ¡Que no decaiga! Ya llegará mi momento.
Adela
ha decidido darle otra oportunidad al hombre. Esta vez, directamente se han
encontrado en su casa y la cena ha sido más íntima que la anterior. Parece que
ha aprendido la lección porque la deja hablar y se ríe de los comentarios que
hace mi querida Adela. Han puesto música y han bailado. Todo va viento en popa.
Creo que… que… ahí vienen por mí.
¡Siiiiiii!
Ahí voy para cuidarte, Adela.
¿eh?
¿Qué dijo ese idiota? ¿Qué no quiere cuidarse? No, debo haber escuchado mal.
No. No
escuché mal. El muy hijo de… le dijo que no le gusta usar preservativo. Que él
ya está grande, que no puede tener hijos y una sarta de cosas que espero, no
hagan dudar a mi Adela. Desde la mesa donde me ha apoyado puedo ver la sonrisa
de costado del tipo mientras esgrime cuestiones tan tontas que ni yo me las
puedo creer. Todas, toditas, coinciden con las que he escuchado anteriormente;
testimonios de los camaradas que han sido abandonados durante el preámbulo
sexual. Pero mi Adela no es como las
demás. Mi Adela aguarda, desnuda, apoyada sobre la mesa a que termine de
explicarse.
Pero…
desafortunadamente, por la manera en que se agita su pecho creo que le va a
hacer caso y que me va abandonar a mi suerte. Que va a anteponer la lujuria y
el placer, al cuidado y a la protección. Falta campaña, falta. Lo sé. Estas
chicas que…
—No,
Adela. No lo escuchés. Pensá en las enfermedades venéreas, en el HIV… es un
tipo que recién conocés. No lo hagas, Adela. —le gritó en vano. No puedo oírme.
Veo su trasero redondo dirigirse hacia la cama y al cuerpo que la espera sobre
las sábanas. Ella se sienta en un costado y le acaricia la mejilla. Él le dice
que está muy caliente, he intenta besarla.
Adela,
mi Adela, se pone de pie y abandona la habitación. Vuelve con la ropa interior
puesta y me vuelve a guardar en la cartera, no sin antes decirle que ella, sin
mí, no va a hacer absolutamente nada.
Vuelvo
al cajón, detrás de los papeles, junto a la esquina. Adela llora en la cama porque
parece que el tipo sí que le gustaba. Pero Adela, mi Adela, sabe muy bien que yo estoy para cuidarla.
Escrito para Cero a la derecha.
Campaña de uso de preservativos y prevención de enfermedades.