—No entiendo
la violencia. —le dijo el pequeño Martín a su padre, mientras éste devoraba una
hamburguesa de la tan conocida franquicia. —¿Qué es, exactamente?
—Violencia es pegar. —comentó su
hermano, dos años mayor que él.
—¿Tiene razón, papá?
—En parte, sí.
—Violencia es pegar…—repitió el
pequeño de tan sólo 9 años. —¿y gritar?
—También, Martin. —aclaró su
hermano.
El niño se
quedó mirando a su padre fijamente. El hombre estaba tan hambriento que no se
dio cuenta del escrutinio de su hijo. Unos minutos después y viendo la cara
seria con que lo observaba preguntó;
—¿Qué pasa, hijo? ¿Estás bien?
—Sí. —dudó—Solo que…
—¿Qué qué?
—Que… creo que falta algo.
—Papá…¿Puedo ir a jugar?
—interrumpió el mayor.
—Sí, anda. Pero un rato. Hasta
que vuelva mamá ¿eh? —lo siguió con la mirada, hasta que se perdió entre los
juegos de plástico. Volvió enseguida la vista al menor, que continuaba perplejo
en el asiento de enfrente. —¿A qué te referís con que falta algo, enano?
—Que violencia… no puede ser sólo
pegar o gritar. Lucia me contó que el abuelo se hace pis encima y su mamá no lo
quiere bañar porque le da asco. Que lo trata muy mal cuando lo hace y se enoja, se enoja mucho. A mí no me daría vergüenza bañarte, papá. También me contó que lo quiere internar en un…
¿Cómo se llama ese lugar que encierran a los abuelos?
—geriátrico.
—Ese. Ahí. Eso también es
violencia ¿o no, papá?
—Sí, hijo. Eso también es
violencia. —sorbió un poco de gaseosa e intentó cambiar de tema. Sabía que las
conversaciones de Martin podrían acarrear largas horas de explicaciones y
planteos. Era un niño muy especial. — ¿Por qué no vas a jugar con tu hermano,
un rato?
—No quiero jugar con él.
—¿Por qué, Martin? Es tu
hermano.
—El empuja a las nenas en el
colegio, papá. —Se rascó la nariz y estornudó— La maestra a veces lo reta.
¿Sabías? Yo lo veo. Y se ríe, se ríe mucho cuando lo hace. A mí no me da
gracia, pero a sus amigos, sí.
—Capaz porque lo molestan. Habrá que…
—Mamá dice que a las nenas no se
les pega…o empuja. Aunque ellas sean malas y te traten mal. A las mujeres se
las respeta, dice mami. Si Pedro lo hace, ¿es porque es violento?
—Pedro es un nene, como vos. No
entiende todavía. —Se acomodó el jopo y miró hacia ambos lados para ver si
alguien estaba oyendo la conversación con su hijo—Hay que enseñarle ¿sabes?
—¿Cómo, papá? ¿Cómo se enseña
eso?
—Con el ejemplo, Martin. Con el
ejemplo.
—¿Qué quiere decir con el
ejemplo?
—Que mamá y papá se tienen que
tratar bien, y tratarlos bien a ustedes, para que ustedes —y le tocó la nariz con la punta del dedo—aprendan a tratar bien a los demás. ¿Entendés?
¿Vos alguna vez viste a papá empujando a mamá? ¿O gritándole? —El nene negó rápidamente con la cabeza— ¿Ves?
Así es que se aprende. —Le sonrió y mirando al mayor que se sumergía entre las
pelotitas del pelotero, agregó; —Voy a tener que conversar muy seriamente con
tu hermano, entonces.
—¿Papá…?
—¿Qué, hijo?
—Yo no quiero que le pegues a
Pedro porque es violento. La seño dice que la violencia “egedra”…
—engendra.
—Eso. Más violencia. Quiere
decir que nunca se termina, papá. —le explicó al verle la cara de sorpresa.
—No le voy a pegar, Martín. Solo
vamos a hablar. Nada más.
—Está bien. Porque si vos le
pegas, el va a aprender a pegar. ¿No es cierto?
—Algo así, sí. —Giró la cabeza y
vio venir a su mujer con la beba en sus brazos. —Mira, ahí viene mamá y Juli.
—¡Mamá! —corrió, Martin a sus
brazos. La cara de su esposo le decía que algo había pasado.
—¿Todo bien, por acá?
—Sí. Estábamos charlando.
—¿No vas a jugar, hijo?
—No. Hoy, no.
—¿Por qué hoy, no? —quiso saber
la mujer, intrigada, mientras movía la cabeza observando a su hijo y a su
marido para ver cuál le explicaba la situación.
—Porque con papá, estamos
hablando de algo muy importante.