viernes, 23 de diciembre de 2016

Año nuevo



Se escondió debajo de la cama, pensando que no lo encontraría. Cuando por fin diviso sus patitas flacas, intentando mimetizarse con el alcochado floreado, eran las doce menos ocho. Se agachó, levantó la liviana tela y lo encontró apesumbrado, preocupado y pálido como un papel sobre el piso helado.
—¿Qué hacés ahi? !Dale! Te están esperando.
Meneó la cabeza y esquivó su mirada. ¿Qué hacer? ¿Cómo convercerlo?
—Dale! Salí. Son las doce menos cinco.
Nada.
—¿Te tengo que obligar?
Silencio.
—Bueno... como quieras. Si no queres salir por motus propio, en... exactamente... tres minutos... Yo me habré ido y ellos vendrán a buscarte acá mismo. Saldrán en tu busqueda y no habrá escondite donde te puedas meter. ¿Es que acaso no lo ves? —Se acomodó y entreabrió la boca para hablar. Todo parecia ser más lento. Todo parecia detenerse.
—Es... Es que.... Tengo miedo.
—Pero no seas tonto. No hay nada que temer. ¿Tenes todo lo necesario?
—Sí.
—¿Seguro? A ver...—suavizó.
— Acá tengo... Felicidad, Paz, Amor, Salud, Cariño, Amistad, Sonrisas...
—¿Y el Trabajo? ¿Y el Esfuerzo? ¿Y los Obstáculos? Esos son muy necesarios. No te los podes olvidar. ¿Los trajiste no?
—Sí. Claro. Aquí están.
—Bueno... estás más que listo entonces.
Las doce.
! Adiós 2016!
Él ya no lo oyó. Había desaparecido. Y tal como lo había dicho... lo jalaron de abajo de la cama y lo recibieron con los brazos abiertos. Tembló de miedo, pero se entregó a su deber. Al fin y al cabo era lo que había venido a hacer.

Mi ser interior



Salgo a caminar por unas horas. Me alejo de todo y de todos, menos de mí. Más bien, yo diría, voy en mi búsqueda.
Son pocos los momentos que uno tiene para estar a solas consigo misma, sin ningún impedimento o factor que altere la introspección. Siempre es el ruido, los quehaceres, las obligaciones, el trabajo, que nos alejan de nuestro ser. Pero de vez en cuando y como un bumerán, decide regresar para golpearnos en los dientes. Porque ni lo vemos venir. Estamos tan distraídos que cuando regresa, nos sienta de traste y nos deja sorprendidos en medio de una realidad que no aceptamos, pero sin embargo, vivimos.
Por eso, yo no espero a que vuelva inesperadamente. Yo lo busco.  Voy en mi búsqueda cada mañana, mientras camino sola por las veredas y las calles de tierra de mi barrio. Pienso. Pienso mucho. No llevo auriculares e intento que nada me distraiga de mis pensamientos más íntimos.
Atravieso las primeras cuadras y por lo general, ya mi queridísima muchacha interior, resurge más viva que nunca. Y me habla. Me habla constantemente. Me pregunta cosas y quiere saber qué pasos voy a seguir o qué decisión voy a tomar. Muchas veces, terminamos decidiendo juntas.  Me reta, me dice cosas hirientes; Las más horribles que se puedan imaginar. Pero casualmente, suele ser lo que necesito escuchar. Ella posee un conocimiento inagotable de mí y yo confío plenamente en sus facultades. Sabe lo que me hace bien y lo que no. Sabe devolverme al núcleo, de donde todo surgió. Me trae, me lleva. De vez en cuando me tira frases que me dejan pensando por días. La última fue; “No hay otro camino, y nunca lo hubo”. Creo que si alguien nos dice algo como eso, todos permaneceríamos estáticos, pensando, dudando, o porque no, llorando.  
Luego de aquellas palabras tan contundentes, no he podido volver a caminar. El clima no me lo ha permitido. Entonces, ando con esa frase colgada en mis pensamientos y balanceándose entre las lianas de mi mente, como tarzán en la selva. No dejo de pensar en ella. No viene al caso contar porqué me dijo lo que me dijo, o cuál fue el hecho que la llevó a decírmelo. Pero la cuestión es que como siempre, mi ser interior me tira indicios que yo había pasado por alto, en el devenir de la vida. Es como un faro en plena oscuridad, lo sé. Aunque aún no lo comprenda. ¿Tiene que ver con el destino? No lo sé. Quizás, no lo sabré jamás.
Deseo con todo mi corazón, que salga el sol, que deje de llover. Que sequen las calles. Necesito salir, necesito hablar con ella. Que me explique por qué. Que me diga cómo es que no hay otro camino, y nunca lo hubo.